dilluns, 3 de maig del 2010

Com dinamitar el Palau de la Música Catalana

Des de la inòpia i el menyspreu observa el Palau de la Música. Potser caldria dinamitar-lo. Tal vegada així cridaria l'atenció dels vianants i els mitjans de comunicació vers les seves nobles i secretes causes. Ell voldria ser poeta, un encantador de serps, cantar al bé, cantar al mal, follar a tort i a dret. Com els poetes. Per desgràcia, no li ha estat concedit el poder de la paraula ni cap altre que el condueixi als seus legítims objectius. Enfonsa encara més les mans en les butxaques. El seu odi a la poesia creix a cada arítmia del seu cor curull d'un odi vague, d'una enveja insana i sublim. Prem fortament els punys i torna a casa. Definitivament, cal dinamitar el Palau de la Música.

Un cop a casa llegeix:


[...]

Claudio enuncia:—«Es mejor cambiar de clave.
Dejar esa materia a los políticos
y que ellos naden en su porquería
que es caldo de cultivo de su gusto.

Organicemos una misa negra
o hablemos de fumar opio. O unos Celtas».
Todos ríen. Palabras y palabras
desgajan sin captarles su sentido.

Se imaginan que son excepcionales,
que son seres geniales, diferentes
del común de la gente. Y se comportan
igual que los demás que ellos desdeñan.

La única diferencia son los temas
de la conversación. Para charlar
de cuatro estupideces literarias
se reúnen, nos reunimos, petulantes.

Y los otros se reúnen para hablar
de cuatro estupideces deportivas,
de tipo familiar o de trabajo.
La actitud no es distinta, sólo el tema.

—«Antes de ir al Palacio de la Música,
hemos de comer algo. Yo sugiero
—Claudio concluye, siempre dirigiendo—
un sandwich de la tasca de Palmira.

Tiene buen vino para acompañarlo.»
Le debe haber oído bien Eduardo
a quien pregunta:—«¿Vienes con nosotros?
No lo pasarás mal, pues una amiga
da esta noche un concierto en el Palacio

de la Música. Al fin del recital
vamos a saludarla al escenario,
a decirle "Genial", "Maravillosa".
Debemos ser galantes con las damas.»
Resalta como estímulo incitante:
—«Nos sobran dos entradas ¡Y son gratuitas!».

Él accede. Salimos del café
con la bomba cargada bajo el brazo,
cual si fuera un paquete inofensivo.
Nadie sospecha nada, pero Félix
reclama:—«¡Con cuidado! Son mis libros.»

[...]

José María Fonollosa, Poetas en la noche, Quaderns Crema.


Li cal ara una veu poètica que l'instrueixi en la noble causa de la construcció d'explosius. Tira, Mejía.

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